Humildes ante el Espíritu Santo
- conociendoacristo2
- 5 sept 2015
- 2 Min. de lectura
"Y yo le pediré al Padre, y él les dará otro Consolador para que los acompañe siempre: el Espíritu de verdad, a quien el mundo no puede aceptar porque no lo ve ni lo conocen, porque vive con ustedes y estará en ustedes."
Juan 14:16-17

Jesucristo fue crucificado y ascendió a los cielos a la diestra del Padre. Pero Él no nos dejó solos. Tenemos al Espíritu Santo para guiarnos y reprendernos cuando nuestras vidas no van por el camino correcto.
La figura del Consolador, como llamó Jesús al Espíritu Santo, es muy importante para Dios. Y así nos lo hace saber Jesucristo cuando nos advierte que si blasfemamos contra el Espíritu no seremos perdonados ni en esta vida ni en la venidera (Mt 12: 31-32).
Debemos brindar al Espíritu la humildad que se merece por la importancia que tiene para nuestro Dios, y porque la labor fundamental del mismo es centrar nuestras vidas en el camino estrecho que lleva a la salvación. No debemos ser necios y contristar al Espíritu que mora en nosotros (Ef 4:30). Más bien debemos vestirnos de bondad, compasión y perdón (Ef 4:31). Cuando vivimos una vida sometida en humildad a la guía del Espíritu de Dios, además de cobrar consciencia de nuestro pecado, comenzaremos a desarrollar más cualidades beneficiosas para nuestro ser (Ga 5:22).
Dice Pablo que no sabemos pedir y cuando lo hacemos, pedimos mal. Por ello el Espíritu Santo intercede ante el Padre cuando oramos, para que nuestras oraciones sean conforme a la voluntad de Dios (Ro 8:26-27).
En resumidas cuentas, el Espíritu Santo es una figura muy importante para nuestras vidas y para Dios. Cumple un papel vital para nuestro crecimiento, por ello debemos ser humildes con Él. Debemos centrar nuestra atención a su voz, porque Él es quien nos expresa la voluntad del Padre que esta en los cielos. Él nos alerta del pecado que hay en nosotros, nos corrige y nos muestra la senda que debemos seguir.
Seamos humildes, aceptemos la guía del Espíritu Santo y experimentemos el gozo del servicio a Dios sometidos a su voluntad.
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